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¿Recuerdas cuántos bocadillos comías cuando eras niño?

La mayoría de los bocadillos que comía cuando era niño ya no son comestibles y algunos de los bocadillos que podía comer ocasionalmente ya no son los mismos que antes. En ese momento, éramos muy felices cuando éramos jóvenes. Los refrigerios comprados por unos pocos centavos pueden alegrar nuestros paseos después de la escuela.

En aquella época había todo tipo de meriendas, pero mi corazón era puro. Hoy en día, nadie piensa que unos pocos centavos sean valiosos, porque ninguna cantidad de riqueza puede comprar la misma felicidad que antes.

Lo que más me impresionó fueron los siguientes snacks.

1. Chicle de Sandía Conejo Hermoso

El chicle redondo de sandía es particularmente delicioso, pero no masticable. El dulzor desaparece después de unas cuantas masticaciones.

En segundo lugar, Wahaha

Wahaha es una marca antigua que ha crecido con nosotros. Wahaha con este tipo de embalaje ya no está disponible. Aunque todavía huele a niño, el envoltorio desapareció para siempre.

En tercer lugar, las palomitas de maíz

Este tipo de "palomitas de maíz" no son ajenas a los niños rurales. Cuando era niño, pedí a los adultos de mi familia que trajeran arroz y sacarina al pueblo. Los niños y los adultos se alinearon en un círculo, lo cual fue muy animado. Aunque está elaborado con los ingredientes más sencillos, es un snack imprescindible durante las vacaciones de verano de nuestra infancia.

Cuarto, el verdadero sabor de las piruletas

Sé que las piruletas eran deliciosas cuando era niña, pero ahora ya no puedo saborear ese sabor.

Cinco, el caramelo del diablo.

Cuando era niño, me teñí la lengua y pensé que era genial. De hecho, todos son pigmentos, lo cual es muy vergonzoso.

6. Caramelo de Leche de Conejo Blanco

Conejo Blanco, ese es el caramelo que compró mi madre durante el Año Nuevo Chino cuando yo era niño. Sólo me permitían comer unos pocos a la vez y era muy codicioso.

Cuando era niño, los snacks llevaban mis recuerdos de infancia.

Siempre que veo snacks coloridos en el supermercado no tengo ganas de comerlos. Porque tengo miedo de engordar. Pero la razón principal es que mi infancia ya no existe y el sabor de mi memoria se está desvaneciendo lentamente. Lo único que queda es el pequeño placer de comer snacks.